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lunes, 30 de mayo de 2016

Gracias por la aventura

Llevar una vida rutinaria no exime de experimentar aventuras. El tiempo es el que es. En nuestra mano está decidir cómo queremos disfrutarlo.

El protagonista de la película Una cuestión de tiempo pertenece a una familia cuyos miembros tienen un don especial: pueden viajar a lugares y momentos donde han estado antes. Esta peculiaridad les permite deshacer decisiones y corregir errores para mejorar sus vidas. Hacia el final del filme, el personaje se da cuenta de que su vida ha estado bien tal y como ha sido, y que no desea volver atrás.

Tal vez sea este el máximo anhelo de cualquiera de nosotros. Llegar al final de nuestras vidas y poder decirnos a nosotros mismos: “Ha estado bien así, si volviera a vivir no cambiaría nada”. La pregunta es si alcanzar tal nivel de satisfacción no depende tanto del número y variedad de vivencias como de la intensidad con la que se han afrontado.

La magnífica película Up, de Walt Disney-Pixar, refleja muy bien este sentimiento cuando el personaje principal, un anciano viudo que no pudo brindar a su fallecida esposa ninguna de las aventuras que soñaron de niños, descubre que su mujer ha rellenado el álbum de fotos de todos los viajes que iban a realizar con las fotografías de sus vidas en casa y en una nota ha dejado escrito: “Gracias por la aventura”. Lo que ha vivido con su marido, poco o mucho, ella lo apreció como un gran acontecimiento. Es una secuencia preciosa que nos enseña que lo importante es el sentido que queramos otorgar a nuestras vivencias y no tanto lo que en sí acontece. Se puede llevar una vida rutinaria y vivirla intensamente.

Desde mi punto de vista, hemos ido pasando de una sociedad líquida a otra multidimensional o poliédrica. Cuando realizamos una actividad, perseguimos hacer otra al mismo tiempo. Es habitual que los fabricantes de cintas de correr instalen en ellas televisores para seguir el partido de fútbol o las noticias mientras se practica deporte; vemos televisión en casa mientras chateamos o navegamos con el móvil. Incluso las propias cadenas de televisión rotulan en pantalla durante los debates y entrevistas lo que los televidentes tuitean sobre lo que está diciéndose. Parece como si vivir únicamente una realidad fuera insuficiente.

Es ya habitual ver a parejas en un restaurante que combinan la conversación entre sí con otras a través del móvil con terceras personas. No se trata de una crítica tipo “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Lo que quiere explicar este ejemplo es que cuando se instala en el ser humano una insuficiencia constante sobre el presente, se ancla al mismo tiempo una creencia deficitaria de la vida y, por tanto, la probable conclusión de que la existencia no haya sido plena. Un deseo perentorio por multiplicar el presente desemboca en una insatisfacción del pasado.

Olvidamos que presente significa regalo. Los regalos se disfrutan, se saborean y aprecian. Vivir intensamente obliga a parar el reloj, a no pensar en otra cosa más que en lo que se está experimentando. El tiempo es el que es. Lo único que está en nuestra mano es decidir cómo queremos disfrutarlo. Tiempo de calidad, no cantidad de tiempo.


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