A pesar de que ya no marque tanto tendencia, la cocina asiática no decae en el panorama gastronómico madrileño y siguen apareciendo muchas propuestas que apuestan por ofrecer platos y sabores típicos de Japón, China o Corea, a veces en una mezcla extraña o más o menos adaptados al paladar occidental. Pero a veces las piezas encajan, como en el restaurante La Pagoda, con una carta asiática actualizada y un espacio cercano muy agradable en el distrito financiero de la capita.
Suelo estar atenta a los locales de este tipo porque me encanta la cocina oriental, sobre todo si tira más al lado japonés, pero me aburre encontrarme siempre los mismos platos clónicos en todas partes. En La Pagoda se puede compartir casi todo, cuidan mucho el producto y la presentación, dando su toque particular a cada preparación y ofreciendo una atmósfera muy cercana con un buen trato al cliente.
Los espacios del restaurante
Detrás de La Pagoda se encuentra una familia de hosteleros con varias generaciones dedicadas al mundo de la cocina asiática en nuestro país. Antiguamente más centrados en restaurantes de comida china, en los últimos años han sabido adaptarse y evolucionar para adaptar sus cartas a los nuevos tiempos, adentrándose cada vez más en la cocina fusión y coqueteando con otras gastronomías asiáticas.
Esta última apertura, que apenas lleva unos meses funcionando, es el resultado de un lavado de imagen dirigido a ofrecer un lugar más informal y cálido, que invita tanto a compartir el almuerzo a la luz de sus ventanales de la planta baja como a disfrutar de una cena y alguna copa en el comedor más amplio de la zona superior, o, si hace buen tiempo, en su terraza.
La Pagoda ha ocupado el antiguo local del restaurante Tao de la calle Félix Boix, con una renovación total del estilo de decoración y mobiliario, acertando totalmente con el cambio. El dominio del color blanco en paredes y suelo, combinado con el azul turquesa del estampado de hojas orientales y los toques de azulejos crean un ambiente cálido muy acogedor, donde también tiene un gran papel la madera de bambú, muebles originales y toques de color.
A pesar de estar junto al Paseo de la Castellana, a dos pasos de Plaza Castilla, la calle a la que se abre su terraza es tranquila y típica de la zona, donde se mezclan oficinas financieras y otros restaurantes pensados para ofrecer menús del día atractivos a los trabajadores y espacios distendidos para la cena o eso que llaman afterwork.
Una carta variada inspirada en Asia
El nombre de La Pagoda hace referencia a uno de los elementos más típicos de la arquitectura asiática, un edificio organizado en pisos superpuestos con el tan icónico tejado curvo y tradicionalmente edificado en madera con fines religiosos. Se puede decir que la carta del restaurante toma su concepto como idea para estructurarse en torno a varios pisos formados por las diferentes culturas asiáticas. Y siempre con un toque diferente que hace guiños a la cocina española y a las tendencias de hoy.
De este modo, encontramos los platos divididos en ‘Para compartir’, ‘Sushi’, ‘Ensaladas’, ‘Para deleitarse’, ‘Para acompañar’ y, aparte, los postres. Como comentaba al principio, yo diría que casi todas las opciones se pueden pedir para compartir entre dos o más personas, aunque en mi caso el plato de nigiri variado fue prácticamente entero para mí ya que – por desgracia o por fortuna -, a mi pareja no le gusta nada de nada el pescado crudo.
Cada plato viene acompañado de una pequeña descripción de sus ingredientes y forma de cocinado, lo cual es de agradecer, y se señala además si es una opción más ligera o picante. Quienes sufran de alergias o intolerancias pueden avisar sin problemas al personal para saber qué podrán o no pedir.
En nuestra mesa para dos compartimos el Katsu & Tonkatsu, pechuga de pollo con empanado japonés y salsa ponzu, servido ya cortado en tiras finas. Rebozado crujiente, nada graso, con la carne jugosa y una ración extra de salsa aparte para que cada comensal se sirva a su gusto. Lo compaginamos con el Ceviche de vieiras, servido sobre una media lima con jugo de fruta de la pasión que le daba un sabor afrutado y fresco delicioso. Se acompaña de mayonesa picante y un poco de shichimi togarashi, especias picantes japonesas, aparte.
Como decía, si veo sashimi en la carta lo tengo que pedir, porque simplemente me encanta. En esta ocasión se agradece que no sea un plato excesivamente grande, pero es recomendable compartirlo entre al menos dos personas. Cuatro piezas de cuatro pescados, en este caso dorada, pez mantequilla, atún y salmón, con cortes gruesos en los pescados azules. Además, un poco de hojas de ensalada, ensalada de algas, huevas, daikon, jengibre confitado de calidad y wasabi. Muy buena calidad del pescado, sabroso, fresco y muy tierno.
El carnívoro de la mesa prefirió el Teppanyaki de solomillo, que consiste en un solomillo cortado en tacos y cocinado con láminas de ajo en la tradicional plancha japonesa, dejándolo al punto con el interior muy jugoso. Se sirve con una salsa de sésamo afrutada y salsa de carne. En muchos de los platos se puede ver ese toque fusión del que hacen gala, con creaciones como los Langostinos Viet Wraps, La Pagôda Buns, la Cazuelita de rabo de toro con udon o la quesadilla Sweet Chili Gordita.
En los postres teníamos que probar el que dicen es, por el momento, su dulce estrella, Flan de queso fresco con fruta de la pasión, que tiene casi una textura de pannacotta pero no es nada pesado y se acompaña con fruta fresca según la temporada. Y yo no podía irme sin catar otra de mis debilidades japonesas, los mochi. En este caso se sirven tres bolitas de arroz glutinoso rellenas de helado, dos de vainilla y una de chocolate, con polvo de matcha. Muy conseguida la textura y curiosamente funciona muy bien la mezcla de elementos.
Un buen servicio
La Pagoda lleva abierta pocos meses pero se nota la ilusión puesta en el proyecto, y parece que ya se han hecho con el ritmo de trabajo ultimando los típicos detalles a los que tiene que enfrentarse un nuevo negocio de hostelería. El servicio parece funcionar muy bien, está bien organizado y cuidan mucho la atención por el detalle, aunque tendría que ponerles a prueba una noche de lleno para ver cómo funcionan en ese ambiente.
En cualquier caso la impresión fue muy buena, los platos salieron a su debido tiempo sin grandes esperas ni agobios, y siempre procuran explicar cada plato con sus ingredientes y la mejor forma de desgustarlo – aunque a veces el idioma ponga algunas trabas -. En la carta de vinos tienen una selección reducida pero variada, con algunas referencias internacionales, cervezas asiáticas y combinados para rematar la noche.
La Pagoda
Calle de Félix Boix nº 7
28036 Madrid
Tlf. 913 45 40 47
Precio medio 25-30€
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